La agresividad en la familia: niños de hoy, padres del mañana
La agresividad intrafamiliar es una situación muy dura para quienes la viven, pero en el caso de los hijos, es mucho más complejo porque los marcará para siempre y puede ocasionar unos grados de alta infelicidad a lo largo de su vida. Además, cabe aclarar, que la exposición a la agresión verbal y física de los padres puede perjudicar la capacidad de los hijos para identificar y controlar sus propias emociones, en un ámbito como el colegio u otras instancias sociales.
Presenciar conflictos con altos niveles de violencia, puede configurar las respuestas neurobiológicas, cognitivas y de comportamiento de los más pequeños. Así, una hipervigilancia incrementada, que a corto plazo puede servir para garantizar la seguridad de un niño, a largo plazo en cambio resultaría perjudicial para su ajuste emocional. Por ejemplo, un niño que viva en tensión escuchando constantemente que los padres discuten o, dicen una cosa pero hacen otra totalmente diferente, puede llegar a ocasionar una respuesta emocional exagerada en otro contexto, como ante un problema leve, que surja en su clase.
¿Qué pasa cuando un niño descubre el mensaje : ” haz lo que te digo más no lo que yo hago”?
Algo se quiebra: un contrato implícito o explícito, un pacto simbólico de buena conducta, de cordialidad, de explorar el mundo social, de lo que sí se puede y se debe y se espera. Es una traición cargada de transgresión que imprime sus ecos en los hijos.
Las peores mensajes que podemos dar a nuestros hijos son los que instalan duplicidad. Doble vuelta. Discursos paralelos que dicen una cosa y luego se hace algo diferente.
A pesar de que corren tiempos modernos y nuestros hijos están expuestos a todo tipo de información a través, de las nuevas tecnologías, con este tipo de acontecimientos quedan en shock. Se incendia su mapa mental y emocional. Sienten la traición, que los atraviesa. Y tienen que remontar la confianza perdida.
¿Cómo se ven afectados los hijos de padres violentos?
Es inevitable que los niños que sufren de violencia por parte de sus padres se vean afectados en sus habilidades sociales, pero cada uno desarrollará una personalidad diferente:
El niño esquivo. Es aquel que busca protegerse a través del aislamiento. Estos niños suelen tener una personalidad tímida y pocas habilidades sociales. Suelen ser muy inseguros y de adultos esta situación puede no cambiar demasiado, incluso puede permitir que otras personas le agredan.
El niño victimario. Contrario al niño esquivo, esta personalidad busca sacar su ira agrediendo a los demás de la misma forma en que fue agredido, o lo es. De adulto puede convertirse en una persona violenta que dañe a quienes le rodeen, repitiendo el patrón.
El niño protector. Esta característica es común en los hijos mayores, quienes suelen sentir la obligación de proteger a su padre o madre y hermanos víctimas. Al crecer, se pueden convertir en adultos que busquen situaciones conflictivas con la intención de seguir protegiendo.
¿Cómo se vincula el acoso escolar con la conducta de padres agresivos?
La pedagogía tradicional siempre ha contemplado la idea de que las aulas de los colegios reproducen miméticamente el comportamiento y los usos de la sociedad en la que se encuentran y a la que, en cierta manera, representan.
En este contexto, el bullying no resulta sino una expresión de la violencia, larvada o explícita, que arrostra una determinada comunidad de individuos y que nos impacta esencialmente por la tipología de los actores implicados.
En casi la totalidad de los casos, resulta alarmante y perturbador observar que tanto el acosado como el acosador y los testigos son niños o adolescentes, colectivo al que habría que prestar una especial protección y un singular apoyo.
Hay que tener muy en cuenta que el acoso escolar no es un juego inocente, que el acosado no sobrevive al mismo pergeñando una venganza de idéntico nivel y que el bullying dista de favorecer el endurecimiento del carácter de un niño, sino que siempre constituye una violación grave de sus derechos, degrada su dignidad como ser humano y puede tener unas secuelas difíciles de restañar en el devenir vital del individuo.
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