Cómo hablar del alcohol con mi hijo adolescente
Uno de los temas más recurrentes en terapia de familia suele ser el problema de hablar del alcohol con mi hijo. Los efectos en los padres, por qué beben los adolescentes y cómo poder resolver este problema son las principales cuestiones que todo padre pregunta en consulta y busca la respuesta.
Hoy queremos analizas la situación y el aumento de las terapias relacionadas con el preocupante ascenso de los botellones realizados por niños-adolescentes de entre 12 y 16 años tanto los fines de semana como en cualquier momento del año.
En ocasiones, los padres que acuden a Coaching Club se preguntan con perplejidad y angustia por qué beben sus hijos menores de edad, sin encontrar una respuesta precisa y concluyente. En muchas ocasiones siempre llegamos a una misma conclusion: Tenemos que sentarnos a hablar del alcohol con mi hijo.
Lo cierto es que las razones para la ingesta alcohólica de los adolescentes no difieren de las que encontraríamos para justificar la misma en los adultos, existiendo una fundamental: no es tanto el placer propio de su sabor y degustación como el derivado de sus efectos.
Los adolescentes ven en el alcohol un billete en primera clase a la desinhibición, a la osadía, a la distensión; en suma a la libertad sin barreras, lo cual constituye toda una fascinante tentación.
La diferencia estriba en que los adultos, aunque no todos, suelen tener la capacidad suficiente para manejar el consumo aplicando una mesura y un autocontrol de los que los menores carecen por completo, ya que en esas tempranas edades uno tiene la sensación de invulnerabilidad, de impunidad y hasta de omnisciencia; en suma, de poder absoluto.
¿Por qué no consigo que mi hijo deje de beber alcohol?
Podemos encontrar varias respuestas posibles:
- Porque creen que enfrentar de cara y con contundencia la situación estableciendo unas normas claras y rotundas equivale a adoctrinar, por lo que se retraen para no ser tomados y conceptuados como unos "carcas”
- Porque no saben tratar con los menores cuando estos empiezan a hacerse mayorcitos (tal vez porque tampoco encontraron para sí mismos las respuestas que los adolescentes están buscando o quizás porque son tan diferentes a como ellos eran a su edad que la desubicación les impide ponerse en su lugar)
- Porque no suponen un modelo a seguir para sus hijos, toda vez que también ellos se exceden en la bebida, siendo los menores testigos presenciales de tal actuación. Podemos encontrar un paralelismo en la queja generalizada de padres acerca de los escasos hábitos lectores de los hijos cuando estos jamás los verán con un libro en la mano. Sin duda hay que hablar del alcohol con los hijos para prevenirles de los riesgos.
¿Qué efecto tiene el alcohol en mi hijo como droga?
Como todas las drogas, el alcohol tiene un efecto diverso y variable sobre la personalidad y no solo sobre el organismo. Hay quien se pone eufórico, hay quien se marea, hay quien siente mucho sueño, hay quien se pone divertido y se acerca a la persona que le gusta; también hay quien, por contra, se pone agresivo y se pelea hasta con los amigos a los que más quiere.
“La sensación más inmediata y perceptible es la de la desinhibición: convierte en livianas situaciones previamente complicadas de afrontar y sociabiliza en grado extremo al bebedor. Observado así, parece que el consumo pudiera ser evaluado positivamente en el caso de personas sometidas a exigencias elevadas, pero no cabe duda de que requiere un control estricto de la dosis ingerida”, explica la directora de Coaching Club.
¿Por qué algunos niños llegan al coma alcohólico y otros no?
Podemos pensar que hay razones circunstanciales inmanejables, pero también es cierto y comprobable que los adolescentes que no saben cuidarse son por lo general los que no están siendo bien queridos, es decir, los que no sienten el contacto, la cercanía, la intimidad con adultos comprensivos y maduros
Los niños que corren más peligros son, en consecuencia, los que no tienen adultos emotivamente cercanos que los ayuden a entenderse y a entender el mundo siempre complejo con el que los humanos tenemos que enfrentarnos.
La mejor manera de ayudar a un adolescente a superar las dificultades que plantea el alcohol (la necesidad de encontrar una medida, el poder negarse a la presión de su entorno social, el evitar la búsqueda de una solución rápida a las angustias propias de la etapa de desarrollo) es hablar con él, de sus emociones y de las propias (es decir, que los adultos no se sitúen en una posición superior como si lo tuvieran ya todo resuelto y abran también su verdad al debate).
Nada puede salvar a los niños de los peligros del mundo, pero la intimidad bien vivida con adultos, cultos emocionalmente,es lo más parecido a un poder protector que los acompañará siempre.
¿Cómo hablar del alcohol con mi hijo?
Además de las restricciones de venta a los menores de edad, es preciso incrementar los controles estrictos en discotecas, centros recreativos de juegos, etc. Pero estas medidas no son la solución completa.
Para poder cuidar a los niños de los peligros de una ingesta excesiva o de un hábito temprano es necesario:
- Entender por qué el efecto del alcohol es tan perseguido (no simplificar este punto, que es clave, en una niebla moral falta de realidad).
- Facilitar información realista acerca de los peligros, es decir, enseñar a beber por si llegara a producirse la incitación: no mezcles, no conduzcas, toma mucho agua, para a tiempo, negarse no es de persona débil, sino todo lo contrario.
- Ayudarlos a mejorar el control respecto de sus acciones: colaborar y participar en su proceso de maduración, tratando no solo el tema del alcohol sino las todas y cada una de las cuestiones que les preocupan.
- Fomentar el desarrollo de su sentido de la responsabilidad mediante una toma de conciencia de sus verdaderos deseos y necesidades, porque la insistencia en el deber y, sobre todo, hacerlo de una manera injustificada y autoritaria nunca resultó un procedimiento ni efectivo ni eficaz.
Si este tema te interesa, contacta con la autora: Verónica Rodríguez Orellana.
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