Averigua si tu empresa es culta emocionalmente
Una de las consecuencias detectadas más frecuentes del estrés continuado, y en ocasiones solapado e imperceptible, resulta ser el prolongado enojo; exasperación que muchas veces se transforma y deriva en una incontenible ira. Evidentemente, en términos de empresa, su aparición resulta perniciosa, ya que la irritación y el descontento suelen convertirse en improductividad. Si a ello le añadimos un entorno poco propicio o la aparición de aristas y fricciones dentro del equipo de trabajo, las dificultades se multiplican.
En este punto, resulta definitivo y trascendente que la empresa posea herramientas para detectar con prontitud el problema y canalizar sus ramificaciones. Existen pocas dudas acerca de que dejar rienda suelta a la ira y no ponerle coto en un equipo de trabajo puede frustrar y truncar todo el empeño que le pongan los componentes de ese grupo. Cuando los ambientes laborales resultan hostiles y desfavorables, los resultados obtenidos y la productividad de los trabajadores se resquebrajan sin remedio.
La empresa no debe subestimar nunca la importancia de la emoción, no restringir sus evaluaciones a los datos numéricos y a la tendencia de la cifra de negocios, sino que debe atender al mundo interno de las sensaciones de sus componentes y a la interacción adecuada de los mismos. Contemplar y cuidar la individualidad para alcanzar un alto rendimiento grupal.
El empleador debe tratar y esforzarse por escuchar, así como crear espacios adecuados para ello. Un ejemplo de situaciones en las que resulta óptimo trabajar con la gestión emocional podría ser el caso de un empleado destacado, con excelentes resultados individuales, pero incapaz de relacionarse adecuadamente con los demás o, lo que sería aún peor, de controlar sus emociones. Las compañías han comprendido la necesidad de invertir en gestión emocional (y han aprendido a hacerlo) porque se han dado cuenta de lo mucho que favorece el buen funcionamiento de los equipos el que estos se compongan de personas equilibradas y emocionalmente sanas.
Obviamente, donde más necesaria y fundamental resulta la parte emocional del trabajador es en labores que comporten el contacto directo con el cliente. Si un empleado conoce y trabaja su propio microcosmos emocional, sabrá en todo momento adecuar sus reacciones a los deseos e inquietudes de los clientes, lo que repercutirá directamente en el trato recibido y en la satisfacción por el servicio. Los seres humanos son cuerpo, emociones y pensamiento; cuando estos tres aspectos se gestionan y se trabajan, se obtiene un alto nivel productivo y un bajo nivel de irritabilidad.
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